
Sinópsis
Antes de convertirse en leyendas de la música norteña, los integrantes de Los Tigres del Norte se hospedaron en el Hotel del Norte de Mexicali. En esta crónica de Carlos Torres y Daniel Salinas Basave, descubrimos cómo un agente migratorio les dio, sin saberlo, el nombre que los llevaría a la fama, justo en la frontera donde todo comenzó.


De Rosa Morada a la Industrial
La familia Hernández Angulo llegó a Mexicali en 1967; lo hicieron para poner tierra de por medio con su pueblo natal. Los padres eran originarios del poblado de Rosa Morada, en Mocorito, Sinaloa, donde los hermanos Hernández Angulo crecieron ayudando a su padre a arar sus parcelas.
Se volvieron habituales de bares del primer cuadro, como Mi Despacho, El Merendero, El Tío Pepe y El Sotavento. En ese entonces ni siquiera tenían un nombre definido como agrupación: los llamaban Los Norteños de Chihuahua, Los Alegres de Rosa Morada, Los Norteñitos de Mocorito o, simplemente, Los Hernández. Todos eran menores de edad y a leguas se les notaba.
El migra sonrió al mirar a esos adolescentes tan nerviosos como emocionados. “You are like a Little Tigers”, les dijo. Deberían llamarse así: los pequeños tigres. Entonces Leonides intervino y dijo que, dado que se dirigían a tocar al norte, bien podrían presentarse como Los Tigritos o, por qué no, Los Tigres del Norte.
Así las cosas, un día de mayo de 1968, en el cruce entre Mexicali y Calexico, quedó oficialmente bautizada la banda que batiría todos los récords de venta y audiencia en los siguientes 50 años: Los Tigres del Norte.
El cruce, la cárcel y el ascenso
El lugar que vería debutar a los hermanos Hernández en California sería una cárcel: la prisión de La Soledad, en el condado de Monterey. Desde el principio quedó pactado que sería una actuación gratuita y no habría ningún tipo de remuneración para el grupo.
Fue también Leonides quien logró negociar su primera actuación del otro lado de la frontera, la que cambiaría para siempre el rumbo y la suerte del naciente grupo.
El británico ofreció financiar la compra de instrumentos musicales profesionales y la renta de un estudio de grabación decente para dar forma a un álbum propio. Así las cosas, a finales de 1968 grabaron su primer disco, Juanita la Traicionera. Lo que les pagaron como adelanto lo enviaron de inmediato a Mexicali para apoyar a sus padres.
Grabaron cuatro discos con más pena que gloria, hasta que en 1974, con el británico Walker como productor, grabaron su quinto álbum, Contrabando y traición. Entonces sí, el viento empezó a soplar por primera vez a su favor y la suerte comenzó a sonreírles. A partir de ese álbum todo fue un ascenso imparable, éxito tras éxito.
La Rosa de Mexicali
Los hermanos Hernández le pidieron a su madre que por favor se fuera a vivir con ellos a San José, California, pero la señora Consuelo no quería irse de Mexicali: ¿quién llevaría flores a la tumba de su padre? ¿Quién se encargaría de llenar la lápida con cigarros?
Aquí en Mexicali tengo a mis dos muertos, a mis dos ángeles, y aquí me voy a quedar. Si yo me voy de aquí, nadie me los va a cuidar ni les va a llevar flores, dijo.
Doña Consuelo Angulo viuda de Hernández se quedó a vivir por siempre en Mexicali pese a los ruegos de sus hijos, que insistían en llevarla a residir en Estados Unidos. Con muy bajo perfil, sin ningún tipo de ostentación y sin jamás dar entrevistas o aparecer en actos públicos, la señora Consuelo vivió casi 30 años más en tierra mexicalense.
Cada semana, la madre de Los Tigres del Norte iba puntualmente al panteón con sus flores. Llevaba cigarros para don Eduardo y cervezas para Freddy. Los sepultureros y los guardianes del cementerio la conocían y la apreciaban. En las tumbas de Eduardo y Freddy Hernández jamás hubo flores marchitas.